«EL FARO DE LEHMANN» UNA NOVELA PARA DISFRUTAR

Lehmann

En nuestra visita  a la localidad de Lehmann-Depto. Castellanos, tuvimos el EL FARO 002

enorme placer de recibir como obsequio una novela titulada «El Faro de Lehmann» la cual pertenece al periodista y escritor rafaelino Edgardo Peretti

En el placer por la lectura… quien nos tranporta a imaginar y saborear de las buenas plumas de nuestra región; descubrimos una bella y atrapante historia que promueve la riqueza cultural de esta pujante población, a través de una ficción con diversos escenarios, rica en matices y personajes que estimulan al suspenso a cada instante.

A continuación transcribimos un artículo del Diario La Opinión en donde el responsable Edgardo Peretti,  expuso algunos detalles
de esa obra.
«En realidad -nos dice- «El faro de Lehmann» tiene una propia
historia dentro de sí mismo. En un momento pretendió ser un homenaje a un rubro,
pero en otro tiempo, y terminó recorriendo otros rumbos en la vida de la gente.
La novela comienza en la misma redacción del Diario, acá mismo, en una tarde de
invierno de un tiempo indefinido donde sucedía siempre lo mismo: alguien que
llegaba y otros que respondían lo cual no es extraño, pues en esta redacción
siempre hubo un desfile incesante de personajes, de los aceptables y de los
otros. Elegí a uno de los primeros, que ya no está.
«Por eso el tema de los
tiempos tiene tanto valor -a mi criterio- en esta historia, los tiempos y los
personajes. Acudiendo a una referencia técnica, expongo una primera persona para
el relato del presente y una tercera en el pretérito, pero eso es solo
casualidad, en realidad, uno va tejiendo los caminos y las cosas se dan de una
manera especial.
Siempre quise escribir una novela que tuviese a un pueblo
como escenario, ese mismo sitio que transitan generaciones desde hace más de un
siglo, y había opciones, pero el destino quiso que me fuese a Lehmann, a pintar
una aldea que no era la mía, pero un lugar donde tenía muchos amigos y
conocidos. Pocos saben que hace veinte años hicimos allí una producción para
nuestro programa de televisión con Víctor Hugo Fux, con una nota a Hugo Riberi,
en exteriores y con más ganas que presupuesto.
Hoy tengo la posibilidad de
volver al pueblo en formato de papel, con dos décadas más, pero ya casi no soy
periodista, soy -digamos de manera arbitraria- un humilde pintor de
aldeas».
«¿Cuál es la historia? Básicamente, la llegada de una compañía de
radioteatro de Buenos Aires a un pueblo del interior como parte de una política
cultural que hemos adoptado a nuestro gusto. Hay que decir que no hace falta
mucha imaginación para darse cuenta que pueblos como Lehmann, Ataliva, Sunchales
o Vila, tenían una actividad cultural mucho más atractiva y audaz que Rafaela
por esos tiempos, donde me parece que sólo había proyectos individuales y lo
grupal estaba dividido y enfrentado por lo político. Hay que mirar los archivos
para darse cuenta que en todas esas poblaciones había proyectos especiales y
Lehmann no era la excepción. La novela es ficción tamizada con hechos y
personajes reales o imitados, pero lo que hacía un por entonces joven llamado
Héctor Miguel Reinaudi no era casualidad..
«A los veinticinco años dirigía un
periódico («El faro») y proponía aportes notables a la comunidad, desde un
centro Cultural (que existía y que se llamaba «Guillermo Lehmann»), hasta la
idea de una pileta «de invierno». Todas esas cosas las hacía y no son un
invento, están en los ejemplares que quedaron del periódico, que se imprimía
aquí, en LA OPINION, y donde colaboraba en forma activa un tipo que algo sabía
de letras y que era nada más y nada menos que Mario Vecchioli. Hay un homenaje a
ambos en estas páginas».
«Lehmann es toda una historia en si misma. El Club
Moreno -cuyo nombre no es por el prócer sino por hombre del pueblo- la Sociedad
Italiana, las casas derruídas que sostienen tiempos mejores, verjas, el silencio
de la siesta y la magia que dejó la láctea, impregnando de señales a todos, y
hasta esa plaza que parece gigante para tan pocas casas y alturas. Si, el sitio
es el adecuado y lo mejor es que no lo elegí, sino que él me eligió a mí. ¿Cómo
no estar agradecido?.
«La novela tiene muchos agradecimientos, algunos están
impresos y otros quedarán en el alma, pero estas cosas no se hacen solo. Hacer
un libro es un trabajo intenso que, en realidad, comienza, cuando uno pone el
punto final, por eso la doné a la Comuna, donde Hugo Riberi y Mario Togni,
encontraron la forma de darle un camino que me enorgullece: se utilizará como
elemento de difusión institucional, pero sus réditos serán para entidades del
pueblo. Es un orgullo para mí».
Por último, el autor se refirió al génesis de
su obra, la tercera luego de «Félix, el sacristán del diablo» y
Karlovich-Karlovich». «Las cosas ocurren cuando tienen que ocurrir. Siempre
quise escribir algo de las compañías de radioteatro que venían a Rafaela. Eran
las de Alfonso Amigo, Oscar Kloner o Luis «Mate Cocido» Jullier, pero todos los
caminos que buscaba se fueron cerrando; las familias no me atendieron y no hay
registros -al menos yo no los encontré- y los testimonios de Rubén Gerbaudo o
María del Carmen Alleman se fueron con ellos. El querido Rubén me había
prometido muchas historias, pero se fue antes.
Quizás algún día nos
encontremos para saldar la deuda. ¿Por qué no?
«El caso es que todo se
paralizó hasta que apareció «El faro», el dichoso periódico con tantas
historias, con tantas ganas y tanto testimonio, todo de un pueblo rico en
historias y en gente que me prestó sus calles, sus chismes, sus nombres, sus
viejas pensiones y hasta su emblemático faro. ¿Cuál? Bueno, para eso, hay que
leer la novela».

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