EL CARNAVAL, UN DERECHO DEL PUEBLO ARGENTINO
General 11 febrero 2013Los feriados de Carnaval son, nuevamente, un derecho del pueblo argentino. Como en los festejos del Paseo del Bicentenario en la 9 de Julio del 2010, el pueblo se autocelebra por tercer año consecutivo con el Carnaval en las calles de todo el país.
Los carnavales son para nosotros una invitación para recrear y renovar nuestras tradiciones más arraigadas. Por eso repetimos la experiencia este verano también. El Ministerio de Turismo, la Secretaría de Cultura, la ANSES y Aerolíneas Argentinas organizan «los Carnavales Federales de la Alegría» en más de 150 ciudades de todo el país.
Si tuviera que resumir en una consigna el espíritu de esta política, enfatizaría la voluntad de recuperación del espacio público. El Carnaval en la calle tiene un enorme potencial igualador, desde el origen de esta práctica. La tradición es larga, y se sabe, se remonta a la Edad Media europea, donde por unos días todo se ponía «patas para arriba».
El igualitarismo que todo lo pone en cuestión es un signo de los tiempos que corren venturosos en la Argentina de hoy. No tomar nada por válido sólo porque lo emite tal o cual autoridad, escuchar varias voces antes de formar un juicio propio, desmenuzar los intereses que sostienen el lugar del que habla. Convengamos que mucho de ese espíritu, tan saludable y propiciador de conquistas por venir, es hijo de las acciones de este proyecto político que lleva ocho años de transformación e inclusión social.
Este proyecto político ha reforzado en los últimos años su voluntad de poner en el centro de sus políticas culturales al pueblo festejando en la plaza pública. Y eso es precisamente la cultura carnavalesca, la cultura cómica popular y festiva que volverá a ganar la calle durante estos días de febrero. Es vital que esta fiesta popular vuelva a ser visible y a ocupar un lugar central en la vida cultural de todas las ciudades del país. La ignorancia o la subestimación de la risa popular, decía un gran pensador del Carnaval medieval, deforma el cuadro histórico de un Pueblo.
Y con un agregado importante que es federalizando la alegría popular. Porque en cada región del país, el Carnaval se vive de una manera diferente: desfilan las comparsas y las murgas, las máscaras y los vestuarios, las danzas, las músicas y las letras, para que se escuche una voz intrínsecamente local, esa polifonía que configura lo que llamamos Argentina y que, a la vez, nos permite reconocernos en la geografía mayor de América Latina.
Esta Argentina se construye sobre nuevos cimientos, nuevas alianzas internacionales y nuevas banderas: el deseo es que el pueblo se haga presente en la calle. Ganar la calle, para que el país sea una fiesta, para que reafirmemos e impulsemos el espíritu de renovación con el que vivimos desde 2003. Porque es posible hacer y decir lo nuestro en un contexto de cada vez más pluralidad y diversidad. Exhibir la alegría es necesario en esta Argentina que lucha por la libertad en todas sus formas, que trabaja en pos de la democratización de la palabra, de la igualdad de las identidades y del respeto de una diversidad cada vez más plural e inclusiva.
El Carnaval es la segunda vida del pueblo, basada en el principio de la risa. Es su vida festiva, la suspensión de la rutina del trabajo por unos días de descanso y de encuentro con los amigos. La fiesta del carnaval penetra temporalmente en el reino utópico de la universalidad, de la libertad, de la igualdad y de la abundancia. El pueblo festejando en la calle con el Rey Momo, bailando, divirtiéndose, celebrándose.
La tradición carnavalesca, que se remonta literalmente miles de años, implicaba (y todavía implica) el triunfo de una especie de liberación transitoria, más allá de la órbita de la concepción dominante, la abolición provisional de las relaciones jerárquicas, privilegios, reglas y tabúes. Promovida por el estado, ahora, supone un plus adicional: el festejo deliberado y pleno para acometer todas las tareas que tenemos por delante este año. Nada mejor para eso que hacerlo en la calle, ocupándola, festejando, en familia y con los vecinos del barrio.
Los espectadores no asisten al Carnaval, sino que lo viven, ya que el Carnaval está hecho por y para todo el pueblo. Al recuperar el Carnaval recuperamos la creencia de que todos somos iguales, recomponiendo el lazo social, y los vínculos entre individuos normalmente separados en la vida cotidiana por las barreras infranqueables de su condición, su fortuna, su empleo, su edad y su situación familiar. Nos reencontramos literalmente con el barrio, que por la dinámica de todos los días y las obligaciones cotidianas no vemos ni experimentamos.
El objetivo fundamental de nuestra política sostenida es hacer asequible esta práctica popular semiolvidada, y hasta hace nada de tiempo incluso negada y reprimida por el poder (tal como ocurrió en los años del terror dictatorial). Cuando un país se afirma como un lugar para pocos, las expresiones de la cultura popular suelen despreciarse. Felizmente, hoy podemos contar que dimos a luz una nueva Argentina, en la que el Carnaval es, desde ahora y para siempre, un derecho del Pueblo.
(*) Secretario de Cultura-Presidencia de la Nación