Falleció el escritor Juan Gelman, un poeta marcado por el dolor y la esperanza
General 15 enero 2014Cuando hablaba de la muerte, Juan Gelman decía «ir a tocar el violín al otro barrio». El escritor argentino, que se exilió en México hace más de dos décadas, murió ayer a la tarde a los 83 años llevándose una vida marcada por la poesía y el dolor.
Gelman, nacido el 3 de mayo de 1930 en Buenos Aires, fue hijo de inmigrantes ucranianos de origen judío, asentados en el barrio bonaerense de Villa Crespo, donde creció leyendo a Pushkin o componiendo pequeños versos para Ana, un amor de la niñez que lo condujo involuntariamente a la poesía.
Escribir poemas fue para «Pique Taquito» —como lo llamaban sus amigos— un todo: un consuelo, una pasión, una forma de vida y de sobrellevar el destierro o la desaparición de sus hijos Nora Eva y Marcelo Uriel, así como de su nuera María Claudia García, que estaba cerca de dar a luz, durante la dictadura militar.
Una búsqueda incesante le permitió encontrar a su nieta Macarena en Uruguay.
La joven nació en cautiverio poco después de que su madre fuera secuestrada en Buenos Aires y trasladada ilegalmente a Uruguay, entre agosto y diciembre de 1976. En el 2002 recuperó su identidad tras una investigación impulsada por organizaciones de derechos humanos de Uruguay y Argentina.
Tinta y papel fueron compañeros de Gelman en su periplo involuntario por países ajenos hasta que llegó a México en 1976, un «extraordinario lugar» que hizo suyo hasta de nacionalidad y en el que deseaba morir y ser enterrado.
«Quiero ser enterrado en México», dijo el autor de «Cólera buey» cuando le fue entregada la Medalla de Oro de Bellas Artes de ese país, la máxima condecoración cultural, en septiembre de 2012.
En esa ocasión explicó aquel apego: «Yo estuve exiliado en Europa y Nicaragua, pero desde el primer día que pisé México en 1961 quedé absolutamente fascinado. Fue como un estallido dulce dentro de mí. Decidí quedarme siempre, sostenido por el amor a este país y a mi mujer».
El escritor vivió en el exilio entre 1975 y 1988, residiendo alternativamente en Roma, Madrid, Managua, París, Nueva York y México.
Durante su ausencia de Argentina llegó a estar condenado a muerte por la dictadura.
Aunque de joven inició estudios de química, en 1948 abandonó la universidad para convertirse en alquimista de las palabras. Antes probó otros oficios: vendedor de repuestos automotrices, relacionista público, chofer de ómnibus, militante político o periodista, actividad que sería fundamental el resto de su vida.
En su juventud colaboró en el periódico Rojo y negro. Fue uno de los fundadores del grupo de poetas «El pan duro» y fue también secretario de Redacción de Crisis, director del suplemento cultural del diario La Opinión y jefe de Redacción del revolucionario periódico Noticias, de corta vida.
También ejerció como traductor en la Unesco. Desde 2007 colaboró con el periódico de Buenos Aires, Página 1/2.
La actividad de la prensa en su país la unió también a una militancia política que va desde la izquierda marxista al Movimiento Peronista Montonero.
El autor de «Carta a mi madre» se convirtió en una de las plumas fundamentales de la literatura iberoamericana, en un poeta del destierro, cuya obra y acciones se enlazaron con la voz de la justicia.
Gelman ganó, entre otros premios, el Juan Rulfo 2000, el Iberoamericano de Poesía Ramón López-Velarde en 2004, el Reina Sofía de Poesía 2005 y el Cervantes, en 2007.
«Es uno de los mejores poetas en lengua castellana. Cada uno de sus libros tiene una musicalidad diferente», dijo a DPA en una ocasión la poetisa uruguaya Cristina Peri Rossi, pero lo que ella más destacaba de él era «su militancia política y su lucha por la libertad».
Una de sus obras es «Bajo la lluvia ajena», un desgarrador texto sobre el exilio, escrito de manera proscrita en la Roma de 1980.
«Aquí yace un pájaro. Una flor. Un violín». Así reza su poema «Epitafio», contenido en el primer libro que publicó en 1956, con el título «El violín y otras cuestiones».
El poeta adscrito al realismo crítico, consiguió un estilo particular partiendo de un realismo crítico y del intimismo. Son constantes en su poesía la presencia de la cotidianeidad, el tono político, la denuncia y la indignación ante la injusticia.
De su producción poética destaca «Violín y otras cuestiones», «El juego en que andamos», «Velorio del solo», «Gotán», «Sefiní» o «Cólera Buey», así como «Los poemas de Sidney West», «Traducciones», «Fábulas», «Relaciones», «Hechos y relaciones» o «Si tan dulcemente».
Escribió «Exilio» en colaboración con el periodista argentino Osvaldo Bayer; otras de sus obras: «Citas y comentarios», «Hacia el sur», «Composiciones», «Carta a mi madre» y «País que fue será».
La antología «Pesar todo» fue galardonada con el premio de poesía José Lezama Lima, que concede la Casa de las Américas cubana.
En 2005 publicó una nueva antología, «Oficio ardiente», que reúne poemas publicados a lo largo de casi cincuenta años y algunos otros inéditos.
Además, escribió dos óperas, «La trampera general» y «La bicicleta de la muerte», y dos cantatas, «El gallo cantor» y «Suertes».
A veces Gelman sacaba a relucir su veta humorística. En abril del año pasado, junto al poeta mexicano José Emilio Pacheco (vecino suyo en el barrio La Condesa), asistió a la presentación «Había otra vez», una colección de libros publicada por la Dirección de Publicaciones de Conaculta de México que se ha convertido también en exposición o al revés: textos para niños de seis a 99 años de Gelman y Pacheco, y también de Alberti, de César Vallejo y Alfonsina Storni, ilustrados por conocidos artistas gráficos. En la oportunidad, entre otras cuestiones Gelman dijo que le gustó mucho la idea de hacer un cuento infantil porque la literatura para niños está infantilizada, «como si sus lectores fueran tontos o no supieran comprender las cosas». «Y sí saben» —aseguró— como demuestra el cuento de la madre que quería hacer comer a su hijo porque «si no comía la comidita, vendría un pajarito, se posaría en su platito y se comería todito», a lo que el niño contestó: «Pues vaya pajarito de mierda».
Gelman respaldó las políticas de gobierno desde el inicio del kirchnerismo, en 2003, y no abandonó su postura a lo largo de los años.
Había formulado tales apreciaciones durante una charla en México con el corresponsal del diario español El País en abril del año pasado, donde además declaró su apoyo a movimientos como el de los indignados en España o el Yosoy132 mexicano, porque creyó que «es bueno que se movilice» la juventud, pero «por poca experiencia que tenga el observador se veía que eso se iba a desvanecer. Por falta de experiencia política, de objetivos claros. Es difícil luchar desde el llano», profundizó sobre estos colectivos.
Tras confesar que tenía «la confianza lastimada», aseguró: «No creo que llegue a los cien años. Y eso que soy un pretencioso, cuando alguien me da la mano para bajarme de la camioneta le digo que no estoy tan viejo. No desdeño la vida, quiero ver casarse a mis nietos, ver si me dan algún bisnieto. Pero también creo que Dios, si existe, debe estar aburridísimo de su eternidad».
fuente: La Capital