«Una nueva mirada a las muestras artísticas» por Mtra. Erika Guse

«Una nueva mirada a las muestras artísticas» por Mtra. Erika Guse

Opinión

Por Mtra. Erika Guse

Comúnmente el imaginario colectivo asocia a las muestras artísticas con una experiencia pesada e inmóvil. Sin embargo,  una vivencia de este tipo no necesariamente tiene que ser ni estática, ni aburrida. Por oposición no quiere decir que las muestras sean interactivas y los usuarios puedan manipularlas: algunas muestras lo permiten, y otras no. Sin embargo, con todas las muestras el usuario puede interactuar, si el promotor cultural se lo propone. Y puede hacerlo a través del juego o de actividades relacionadas al aprendizaje.

Tampoco debe dar miedo mezclar a la muestra artística con actividades paralelas que generen asombro en el espectador. Ya las muestras dejaron de ser  experiencias sólo visuales y pasivas para lograr recepciones activas que den un nuevo sentido al mensaje. En las épocas que corren, con  estímulos visuales en movimiento permanente, la pasividad de la muestra deja de ser una opción. Se hace necesario sumarle otros atractivos, pero sin invalidar el espíritu de lo que se presenta.

El primer acercamiento a una muestra es intimidante y muchas veces monótona  para quien no pertenece al mundo del arte. Corregir esa tendencia   es la misión del promotor cultural: puede así acercar al arte a aquellos que provienen de un mundo ajeno y demostrarle su equivocación. Lo principal ante el desafío de atraer público a una muestra es romper el miedo inicial. Por esta razón, se puede comenzar con grupos ya formados: alumnos de alguna escuela, grupos que asisten a talleres, clubes de jubilados, etc.

Tampoco debe proponerse    sólo  que  la muestra sea observada.  Puede plantearse una actividad lúdica que  atraiga, porque de esta manera, la persistencia del mensaje que quiere dejarse   será más fuerte. Quizás sea el descubrimiento de las obras a través de un camino guiado por interrogantes – similar a una búsqueda del tesoro-, o la presencia de  acertijos que se vayan develando a medida que el usuario irrumpa en el mundo artístico. Otra opción es  realizar algún concurso a través de un medio de comunicación luego de la muestra, que lleve al visitante a pensar en retrospectiva y volver a pasar la muestra por su mente, recuperando lo visto. O hacerlo antes, para que el espectador anticipe lo que va a ver.  Las opciones son variadas y tienen que ajustarse al público al que se le ofrecerá. Es preciso tener en cuenta que si bien  muchas de las opciones paralelas se ofrecen en las grandes ciudades, no ocurre así  en las pequeñas localidades, dónde vencer la resistencia es todavía más arduo.

Como conclusión debe quedar en claro que la muestra, por sí misma, no prospera a menos que cuente con un público eficientemente entrenado. Que así como las personas aprenden a leer y escribir, también necesitan una formación en arte, pero ésta debe primero vencer  prejuicios y oposiciones. Y que la tarea de generar lectores visuales que decodifiquen mensajes artísticos, queda exclusivamente en manos del promotor cultural.

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