Entrevista con María Elena Troncoso, Directora Nacional de Acción Federal

Entrevista con María Elena Troncoso, Directora Nacional de Acción Federal

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Culminó ayer el Cuarto Congreso Argentino de Cultura que se desarrolló en Resistencia, Chaco,  bajo elTRONCOSO

lema «Políticas para el desarrollo local y regional en el nuevo milenio. Hacia una soberanía cultural de la Patria Grande». Fue organizado por la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación junto con el gobierno de la Provincia del Chaco, el Consejo Federal de Inversiones (CFI) y el Consejo Federal de Cultura (CFC). María Elena Troncoso, directora nacional de Acción Federal, directora de Asuntos Jurídicos y figura clave de la organización de este encuentro federal dialogó con Tiempo Argentino acerca de los criterios, propósitos y particularidades que tuvo el encuentro que se desarrolló del 29 al 31 y que convocó a los hacedores culturales de todo el país.

–¿Cuál fue tu relación con el Cuarto Congreso Argentino de Cultura?
–Soy coordinadora del Consejo Federal de Cultura, organismo integrado por las autoridades de Cultura de cada una de las provincias. El Congreso se gestó desde allí.
–¿Cómo y cuando comenzaron a organizarse los congresos de Cultura?
–En el año 2008 se decide que era importante para la cultura del país organizar cada dos años un encuentro en el que las delegaciones de Cultura de cada una de las provincias se reunieran para discutir temas culturales, para saber cómo estaba cada provincia en relación a ellos  y también como camino para llegar a una Ley Federal de Cultura, uno de los temas que se ha discutido en este Congreso.
–¿Cuál es la importancia de esa Ley?
–Sería la ley madre de toda la cultura del país. La aprobación de esta ley tendría un efecto de homogeneización de las administraciones culturales de todo el país. El Consejo tiene un fondo conformado por cuotas de todas las provincias y de la Secretaría de Cultura de la Nación que paga el doble del total del aporte de todas las provincias. Este fondo se distribuye por regiones. La intención es federalizar, regionalizar los proyectos culturales y esta Ley sería un buen instrumento para lograrlo.
–¿Dónde se hicieron los congresos anteriores?
–El Congreso se hace cada dos años. El primero fue  en Mar del Plata, el segundo en Tucumán, el tercero en San Juan y éste en Chaco. Seguramente el próximo será en la Patagonia. Ni bien se decidió que este año sería en Chaco, comenzaron mis viajes hasta aquí para ver qué mostrar de la región. Esta es la primera vez que un congreso acompaña su logo que es la letra «a» con imágenes de un artista como Milo Lockett que nació aquí, en Resistencia. Creo que este congreso aconteció dentro de una obra de Lockett  porque toda la gráfica estuvo enmarcada por sus imágenes. Queríamos, además, que estuviera la feria de artesanías de Quitilipi; nos pareció interesante sumar la orquesta de instrumentos ancestrales de la UNTREF. En las mesas hubo representantes de los pueblo originarios. No podíamos permanecer ajenos. Quizás la noticia que más suena es la de la muerte de un Qom. Lejos de taparlo o de corrernos de ese lugar, hacemos todo lo contrario. Hay que determinar las responsabilidades de los hechos. Chaco es una provincia en la que los pueblos originarios forman parte de las instituciones, tienen sus representantes, no están marginados. Desde hace cinco años las lenguas de las diferentes etnias están reconocidas y sus integrantes forman parte de los consejos provinciales. Como trabajadores de la cultura tenemos que acompañar. Lo que sucedió, obviamente, no es bueno, no se puede dejar pasar. Creo que va a llevar un tiempo que los pueblos originarios se equiparen totalmente con el resto de la sociedad, pero esta equiparación es parte del proceso que actualmente vive la Argentina. La ampliación de derechos de todo tipo que hemos tenido en los últimos tiempos también va a llegar para los pueblos originarios y está muy bien que aquí, en Chaco, reflexionemos sobre eso y nos comprometamos con el futuro desde la cultura. Por eso este congreso estuvo enfocado hacia los protagonistas de la praxis cultural, los que batallan diariamente que son los funcionarios de cultura municipales. Este fue un rasgo particular del este congreso. La Ley de Medios ha tenido una importancia fundamental y produjo efectos a nivel artístico y cultural que eran inimaginables. Hoy podemos dar cuenta de que la cultura es parte de la economía, de que está modificando el PBI. Quizás esto se pueda ver  a través de las industrias culturales que permiten una medición cuantitativa. Este hecho nos ha dado la razón a todos los que sostenemos que la cultura produce trabajo, que forma parte de la economía del país, que no sólo alimenta el espíritu. Da cierto pudor hablar de «productos culturales» y de «mercado», pero justamente el Congreso tuvo entre sus objetivos reflexionar sobre estos temas y darles un anclaje teórico.
–Creo que está bien hablar de «productos culturales» siempre que no se entienda por «producto» un bien for export.
–Sí, por eso hay que reflexionar sobre el tema. Hubo una mesa sobre economía y valor de la cultura y también Horacio González habló sobre esto. No se trata de que nos convirtamos en mercaderes de la cultura, sino de que tomemos conciencia de que vender es bueno para la economía del país y también para los trabajadores de la cultura.
–Ese «producto» no es cualquier producto, sino que tiene que ver con una identidad.
–Claro, tiene que ver con la identidad. Hay que ver muy bien qué estamos vendiendo, a qué región pertenece, hacia dónde vamos. Es tarea del Estado darle un contenido a ese producto, lograr que no sea algo vacío, que no sea una mercancía per se. Creo que no hay que quedarse con eso de que la creación artística sólo nos hace bien al alma y lograr que un trabajador de la cultura sea igual que cualquier otro trabajador porque, porque también el trabajador de la cultura tiene necesidad de comer, de vestirse, de educar a sus hijos.
–¿Qué otros desafíos plantea la cultura en este momento?
–El otro desafío tiene que ver con la nueva realidad latinoamericana porque la situación política está dando cuenta de una unidad con la que soñaron tantos. Los límites se han modificado y culturalmente nos reconocemos como ciudadanos de una patria más grande que la Argentina. También de esto se trató en el Congreso. En el pre Congreso se dieron talleres de capacitación sobre legislación, sobre gestión audiovisual, sobre diferentes temas para que los hacedores puedan descubrir la riqueza cultural en sus propias realidades. Esto nos sirve a todos porque seguramente hay tesoros culturales en diferentes localidades que ignoramos. Es preciso terminar definitivamente con la cultura del espectáculo, eso de encender las luces para que cante o actúe una figura consagrada por los medios y que luego se apague la luz y no quede nada. Así funcionaba la cultura en los ’90 y el interior pedía eso. Eso sigue pasando incluso hoy: llaman de las provincias para que vaya alguien reconocido mediáticamente. Estamos trabajando para revertir esto.
–Quizás en el área cultural los cambios sean más lentos que en el ámbito político. En el área de la cultura subsisten criterios de los 90 que son apoyados incluso por quienes políticamente defienden un cambio de paradigma.
–Por supuesto. Esto es lo que Guy Debord llamó «la sociedad del espectáculo». Es difícil terminar con esto porque es efectivo. Un intendente quizás pide una figura consagrada por los medios porque convoca a mucha gente. También en los ’90 comenzaron a aparecer carreras que daban un diploma de gestor cultural que era una mezcla de un poco de todo y que generalmente eran dictadas por universidades privadas.  Nosotros vamos por otro lado y por eso en el marco del Congreso lanzamos el Instituto de Cultura Pública que tiene por objetivo la formación de un gestor cultural, pero público. Habrá un centro de formación, un observatorio y un centro de investigación y difusión. Esto casi no tiene antecedentes. Además, presentamos también unitarios audiovisuales que muestran a los trabajadores de la cultura pública, desde el que barre un teatro al que vende la entrada y no solo al artista. Es un programa de revalorización de estos trabajadores desconocidos que son los que sostienen los espacios culturales.

Fuente: Tiempo Argentino

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